La Eurocopa de Alemania en 1988 fue uno de los primeros torneos importantes que recuerdo haber visto de pequeño por televisión. Aún no había tantísima información al alcance de todos y te ibas enterando de las cosas por los periódicos, la tele y las cosas que te contaba la gente.
Mis recuerdos sobre aquel torneo se van borrando con el paso del tiempo pero lo importante se queda.
Los dos equipos que se plantaron en aquella mítica final, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y Holanda, eran dos equipos que daba gusto verlos jugar. Jugaban un futbol alegre, divertido y demoledor. Eran los típicos equipos contra los que no querrías que tu equipo se enfrentase ni loco. Jugaban casi de memoria.
En aquél torneo, en el que solo jugaron 8 selecciones, ambos equipos llegaron a la final pese a haber compartido el grupo B de la Eurocopa.
Y la final, con dos equipazos como aquellos, prometía espectáculo.
Los holandeses se llevaron el gato al agua con goles de Gullit y Van Basten (que harían de las suyas en el famoso Milán de Sacchi). 2-0 para los holandeses y a festejar.
La ilustración de ésta semana va dedicada a Marco Van Basten y aquel famoso pepinazo a Dasaev. Un gol, el segundo del partido, que puedes verlo repetido mil veces pero sigues sin entender como Van Basten logró poner el balón ahí. Una auténtica obra de arte.
Por eso el artículo de la semana lleva ese título: el gol imposible.
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