jueves, 23 de febrero de 2017

Soñar despierto

Ibai Gómez
Decía en anteriores entradas del blog que, como hinchas y enamorados del fútbol, solemos tener empatía por los equipos (mal llamados) pequeños y humildes. 
Aún recuerdo con cierta nostalgia aquella plantilla del Levante elaborada a coste cero y que llegó hasta los octavos de final de la Europa League en la temporada 2012/13. Tipos sin cartel ni estrella que lo dieron todo en cada partido para poder cumplir su sueño y tocar el cielo con las manos. Eso, para el hincha, no tiene precio. No quieres estrellas en tu equipo, quieres gente implicada.
Avancemos unos años hasta el 2017 en donde nos encontramos a un histórico del fútbol español, el Deportivo Alavés (96 años de historia), plantado en la mismísima final de la Copa del Rey. A priori llegar allí, y más con el sistema de competición a doble partido, pintaba muy difícil. Pero ahí están, habiendo dejado a equipos como el Deportivo o el Celta en la cuneta. 
En esa dura final (como todas, vamos) se han encontrado al Barcelona y quien sabe lo que puede pasar. Porque, ¡ojo!, no olvidemos que el Alavés es el mismo equipo que hace años (Allá por el 2000) llegó a la final de la entonces Copa UEFA y perdió en un dramático partido contra nada más y nada menos que el Liverpool (El famoso 5-4). Así que nadie debería dar nada por hecho. 
Y como el fútbol da muchas vueltas y sobre todo muchas más oportunidades, en el Deportivo Alavés podemos encontrarnos a jugadores como Alexis Ruano, Deyverson, Toquero (quien ya jugó una final de copa, al igual que Alexis y el protagonista ilustrado) o el que ilustra esta entrada, Ibai Gómez. Jugadores maduros por los que casi nadie daba mucho pero que han demostrado que algo de cuerda les quedaba (les queda). Todos ellos dirigidos por un clásico del fútbol español y con acento argentino: Mauricio Pellegrino. Otro entrenador que salió por la puerta de atrás del Valencia (uno de tantos) y que parecía que no lograría nada tras aquella amarga experiencia. 
Solo espero, al igual que cualquier otro hincha, un partido entretenido, con goles y emociones.... y que gane el mejor. Y si gana el Alavés, mejor aún. Porque se puede soñar despierto. 

Ilustración totalmente hecha a mano. Como hice con otras de técnica similar, fui creando las "manchas" de la cabeza, mano y camiseta a ojo con acuarelas. Luego dibujé con portaminas Staedler los detalles de la cara y camiseta para después entintarlos con Faber-Castell de punta fina. El sombreado también está hecho con rotuladores. El retoque final de colores y contraste está hecho con Adobe Photoshop.


jueves, 16 de febrero de 2017

Evasión o victoria

Sylvester Stallone
Evasión o victoria (Victory, en el original) es una película de culto del cine en general y del cine futbolero (si es que existe tal género) en particular. Es esa película que todos (los de mi edad, mas o menos) hemos visto en alguna ocasión y que incluso al verla en la televisión al hacer zapping nos hemos parado a verla porque engancha. La hemos visto entera o a pedazos. Además del excepcional reparto en el que figura Sylvester Stallone, Michael Caine o Max Von Sydow podemos deleitarnos con grandes futbolistas (y peores actores) de la talla de Pelé, el pitón Ardiles o Bobby Moore. Canela en rama, que se diría. 
El film está basado en una historia real de un partido que tuvo lugar en la Ucrania ocupada por los nazis y en el que el equipo "local" de ex-futbolistas ucranianos, pese a ser advertidos de las fatales consecuencias que tendría una victoria suya, se enfrenta a un combinado de alemanes nazis en un campo de concentración. En resumidas cuentas, los prisioneros le echan un par de narices y no solo ganan, sino que bailan a sus verdugos contra todo pronóstico. 
¿Quien no puede sentir algo de empatía con estos prisioneros? ¿Quien no siente un cosquilleo en el cuerpo cuando el pez pequeño se come al grande? ¿Porque estamos deseando que el equipo pequeño y débil le de una lección al grande y poderoso? Forma parte de la cultura futbolera, queremos ver a nuestro equipo batir al rival todopoderoso. Al precio que sea. En el caso de la liga española podría decirse que la historia es esa desde que comenzó la liga allá por el año 1929. Si no eres del Barcelona o del Madrid, estás deseando que llegue el partido deseado y ver como tu equipo se parte la cara para llevarse no solo los tres puntos, sino el orgullo y reconocimiento por haber batido al favorito. Es el gustazo de la temporada. Y así pasa en todas las ligas y grandes torneos. Incluso si el perdedor es tu equipo, llegas a sentir algo de simpatía por esos once tipos que han peleado hasta el final para ganar.
Ejemplos hay muchos. ¿Recuerdan aquella victoria de Camerún contra la campeona mundial Argentina en Italia 90? ¿O aquella del Deportivo en el Bernabéu contra el Real Madrid en la famosa final de Copa del Rey del centenariazo? ¿Quizás el reciente 1 a 7 de Alemania ante la local y favorita Brasil en el pasado Mundial?
Por suerte han habido y habrán partidos en donde el favorito cae. Y lo hace porque el rival débil ha sabido escoger entre Evasión o Victoria. 

Esta ilustración está hecha 100% a mano. Basada en un fotograma de la película, primero utilicé portaminas Staedler de 0'5 mm para luego perfilarla con Faber-Castell y colorearla con rotuladores Promarker. El sombreado fue hecho también con rotuladores. Para corregir el tono y la saturación utilicé Adobe Photoshop.

jueves, 9 de febrero de 2017

Reaccionar o morir

Roberto Fabián Ayala
Hace unos días, y mucho tiempo después de su estreno, tuve ocasión de ver la galardonada película Gravity. Me gustó mucho. El desarrollo de la historia hasta el final te mantiene en constante tensión. El resumen de la historia en una frase sería algo así como: "lucha y ve a por todas si no quieres morir en el intento". Una máxima que debería aplicarse a todos (o por lo menos a la mayoría de) los aspectos de la vida. 
En contrapartida al visionado de la película, llevo muchos años siguiendo (sobre todo por TV) al Valencia, y las últimas temporadas están siendo una auténtica pesadilla. En este caso se podría decir que la máxima de la película Gravity, por lo menos a nivel deportivo, no se aplica para nada. Cuesta ver un partido del Valencia de los últimos dos o tres años (salvo contadas excepciones) sin preguntarse si esos jugadores saben lo que es luchar e ir a por todas. O si lo saben no lo plasman en la cancha.
Hay quien dice que si no hay calidad en la plantilla, hay quien dice que faltan estrellas Hay teorías para todos los gustos e hinchas al respecto. Sobre la calidad de la plantilla uno puede discutir largo y tendido hasta que a uno le vienen a la mente nombres como Rufete, Mista, Carboni, Albelda o el que ilustra el artículo, Roberto Fabián Ayala. ¿Eran todos ellos unos portentos técnicos? Probablemente no lo fueron pero supieron suplir esa carencia con una entrega y garra terribles, sabían intimidar (en el mejor de los sentidos) al rival. Tenían lo que por estas tierras se denomina Sentiment (Sentimiento, en español). Sabían, como buenos profesionales que eran, que no solo defendían a la empresa que les pagaba la nómina, sino que defendían unos colores, una historia e incluso una afición. 
Quizás si los miembros de la actual plantilla supieran entender esto podrían comenzar a enderezar la situación y aspirar a algo más que a no descender a segunda división. 
Sentiment, señores jugadores, necesitamos sentiment.

La ilustración está basada en una imagen muy conocida de Ayala. La realicé con portaminas Staedler 0'5mm y luego la entinté con Faber-Castell. Tras escanear la ilustración la trabajé con Adobe Illustrator para colorearla y sombrearla. Las letras las coloqué también con Illustrator y les dí un pequeño toque tridimensional para darles volumen.

jueves, 2 de febrero de 2017

Dándole la mano a Dios

Peter Shilton y Ali Bin Nasser
El 22 de junio de 1986 iba a pasar a la historia por muchas cosas. Estábamos en plena recta final del mundial de fútbol de México. Se jugaban los cuartos de final entre Argentina e Inglaterra (los otros cuartofinalistas eran la Brasil de Sócrates, la Francia de Platini, Alemania Federal que llegaría a la final, México con Hugo Sánchez, la España de Butragueño y la Bélgica de Enzo Scifo).
Había muchísima tensión en el ambiente. El motivo no era otro que la guerra, la maldita guerra. En 1982 la dictadura militar que gobernaba Argentina, en un intento de ganar apoyo popular, decidió intentar recuperar por la fuerza la soberanía de las Islas Malvinas (las llamadas Falklands por los ingleses). La guerra entre ambos países se desató y la contienda duró poco más de dos meses. Cientos de muertos en ambos bandos dejaron una herida que en aquel Mundial seguía sangrando. 
Muchos medios de comunicación se dedicaron a promocionar aquel partido como una especie de revancha tras la guerra. Y eso pasó. No había más que ver las caras de los jugadores mientras sonaban los himnos nacionales. El partido prometía emociones fuertes.
Y vaya que si las hubo. Aquel partido será siempre recordado por dos hechos en los que, dicen los supersticiosos, hubo intervención divina: en el minuto 6 de la segunda parte Peter Shilton, el portero inglés, va a por un inocente balón bombeado al que llegan antes la cabeza y la mano de Diego Maradona. Primer gol de Argentina. El segundo hecho ocurrió tan solo 4 minutos más tarde. Tras recibir un pase del "Negro" Enrique en mitad de la cancha, Diego Maradona comienza a irse de medio equipo inglés en dirección a la portería inglesa (dejó atrás a Beardsley, Reid, Butcher, Fenwick y Peter Shilton) para marcar el gol más bonito de la historia, el gol del siglo. Si a esto añadimos el relato de Victor Hugo Morales a uno se le pone la piel de gallina (hágalo, por favor, vea el vídeo aunque solo sea una vez en su vida).  Resultado final: Argentina 2, Inglaterra 1 (descontó Gary Lineker).
Todo esto pasó aquel 22 de junio de 1986, aquel en el que Peter Shilton, ante la inocente mirada del árbitro tunecino Ali Bin Nasser, daba la mano al inicio del partido a Dios, a Diego Armando Maradona, sin saber lo que iba a ocurrir. 

Ilustración realizada íntegramente a mano. Portaminas Staedler 0'5mm con entintado de Faber-Castell. El color y el sombreado lo puse con rotuladores Letraset Promarker. Para retocar la nitidez y el contraste trabajé la imagen en Adobe Photoshop.