La vida es una sucesión de momentos que, cuando son dulces, nos gustaría que durasen para siempre. Tus recuerdos de la infancia, una velada con amigos, una película que te caló hasta los huesos o, para los amantes del fútbol, un jugador que te encandiló.
En mi caso podría nombrar muchos que me enamoraron por su forma de jugar, su desparpajo y su alegría en la cancha. Por nombrar algunos, Maradona, Hugo Gatti, Aimar, Careca, Romario y muchos otros que no recuerdo ahora mismo.
Uno de esos recuerdos que, justamente, encontrarán su huequito en la memoria es el de ver jugar a Ronaldinho Gaúcho. Un jugador que, hace poquitos días, decidió que ya no quería jugar al fútbol de manera profesional. Digo esto porque pienso que por la cabeza del brasileño no pasa el dejar de jugar aunque sea una pachanga. El que es futbolero lo es hasta la tumba.
Una triste noticia para los que hemos tenido la suerte de verle jugar con la sonrisa permanente en la cara. Mientras otros sufrían y se cabreaban en la cancha, daba la sensación de que Ronaldinho jugaba como si estuviese en una cancha de tierra con sus amigos, feliz y haciendo lo que más le gustaba hacer.
Cuantas alegrías nos ha dado a todos los hinchas, seamos del equipo que seamos. Porque además de un mago, Ronaldinho no podía caerte mal. Querido y respetado por todos, te seguiremos recordando.
Eterna sonrisa.
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