Una de las características del fútbol actual (también llamado "fútbol moderno") es, como ya he comentado en anteriores entradas, la rapidez de los tiempos. Los plazos se han acortado en muchos aspectos. Un torneo ganado es olvidado rápidamente porque necesitamos batir récords y ganar no uno sino muchos y en poco tiempo. No nos paramos a paladear las mieles del éxito ni los tiempos de paz.
Los futbolistas, como parte del juego, no son ajenos a este fenómeno. Necesitan jugar mucho, marcar muchos goles, asistir mucho, batir récords de porterías imbatidas o lo que haga falta. Y también, por supuesto, necesitan ganar mucho dinero y sentirse mimados, muy mimados.
La carrera del futbolista profesional es corta, dirán algunos. Es cierto, pero en los últimos años estamos presenciando la figura del futbolista sobre protegido que necesita constante afecto por parte de todo lo que le rodea: afición, club, entrenador, compañeros y el que se le ponga por delante. Quizás un reflejo de la sociedad en la que vivimos, en la que necesitamos afecto y reconocimiento continuo. Premios, halagos y palmaditas en la espalda.
En la ilustración de la semana he elegido a Dani Parejo, jugador (ya no se si capitán o no) del Valencia como ejemplo de ello. Un chico del que el mismísimo Alfredo Di Stéfano llegó a decir: "Es el mejor talento de 'La Fabrica' (cantera del Real Madrid). Un jugador buenísimo, un fenómeno". Es cierto que calidad tiene y mucha (tampoco es un crack mundial, las cosas como son) pero desde su llegada a Valencia su carrera ha estado marcada por ciertos asuntos (algunos hasta infantiles).
El jugador se siente "señalado" por parte de la grada cuando el equipo no carbura (infinitas veces en los últimos años), necesita cariño y, de cuando en cuando y quien sabe si a modo de amenaza, se presenta con alguna supuesta oferta para abandonar el club. Renunció a la capitanía del equipo hace una temporada para "quitarse presión" y quizás rendir mejor en el campo. En cualquier caso, Parejo, desde que llegó a Mestalla, no ha estado a gusto pero no quiere irse. Dice tener ofertas pero sigue aquí. Si le preguntan no se posiciona. Juega al despiste. Y claro, el entrenador de turno debe darle mimos y abrazos para sacar al jugador del pozo depresivo. Me pregunto si en otras épocas se trataba así al jugador o se aplicaban métodos más ortodoxos.
Quizás el problema sea algo generacional. Gente que no sabe lo que quiere y no dice ni si, ni no, ni tal vez...
La ilustración de la semana ha sido realizada con acuarelas. La cabeza y brazos fueron hechos directamente con acuarela para luego dibujar con tinta Faber-Castell los detalles de cara y manos. La camiseta y sombreados fueron hechas con rotuladores, así como el brazalete de capitán. El sombreado en la cara también se hizo con rotuladores Letraset Promarker.
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